Pouco tardou en reaparecer garcía juanes, cunha nova aventura(as anteriores, click aquí). Desta volta fixo 1.000 km(480 km en bicicleta en 24 horas. Nas seguintes etapas, sempre divididas en tramos de 24 horas, remou 100 km en kayak polo río Miño; recorreu 300 kilómetros en monopatín e concluiu onte cando deu 50 voltas a Muralla de Lugo e completou máis dos 1.000 kilómetros que se planteara) en menos de 96 horas para chamar a atención sobre os accidentes de tráfico, de sarria a lugo. A súa “maior decepción” estivo na madrugada no adarve da muralla, onde confesou que o insultaran e o agrediran. Tivo que intentalo por fora desta, pero aquí tamén tivo que desistir pola caída de obxectos dende a muralla. Non foi en pelotas, pero tamén é noticia.
Reproducimos a entrevista do diario 20 minutos:
Jesús García Juanes, vecino del municipio lucense de Castroverde, es a sus 47 años conocido en medio mundo por las distintas hazañas que ha conseguido. Aunque algunas no han tenido reivindicación, la mayor parte tienen un carácter solidario. Én la última, recorrió 1.000 kilómetros en bicicleta, kayak y monopatín en 96 horas.
Su última aventura es, según él, “una llamada de atención para que la gente modere la velocidad en las carreteras“.
¿Por qué decidiste este tema para esta última hazaña?
Lo decidí porque los tramos se hacían fuera de las carreteras. Yo mismo quería evitar enfrentarme al tráfico, al calvario de luchar contra la circulación y al miedo en las curvas, que son muy peligrosas. Por eso se me ocurrió.
Comenzaste la prueba en Sarria, ¿tiene alguna relación con el accidente que hace pocos días causó la muerte de dos chicas?
Fue una casualidad. Ya tenía previsto hacer esto desde hace un par de meses. Pero la muerte de las chicas sí me influyó para elegir el mensaje y reforzarlo.
¿Qué fue lo peor de esta prueba?
Los últimos kilómetros en la muralla de Lugo. En el adarve había 200 metros colapsados con gente. Hubo un momento que no había forma de pasar. Lo intenté por la ronda pero como me tiraban cosas desde arriba e iba bien de tiempo me fui a descansar. Después, cuando la cosa se relajó, conseguí terminar.
De todas las cosas que has hecho, ¿cuál ha sido la más difícil?
El intento de subida al Aconcagua. Me quedé cerca de 6.000 metros y lo hubiera conseguido si hubiera más gente. Pero en todas, las condiciones físicas son bastante extremas.
¿Aventurero o atleta?
Una mezcla. Para poder hacer lo que hago en la base tiene que haber un buen deportista
¿Entrenas mucho para conseguir lo que consigues?
Muy poco. No necesito pasar el calvario que pasan los deportistas profesionales. Estoy capacitado para pasar pruebas de este tipo, pero lo que no consigo es hacer un entrenamiento constante todo el año porque no aguanto psicológicamente.
Tras tu dilatada trayectoria, ¿crees que la gente te toma en serio?
La mitad de la gente piensa que estoy pirado. Pero ya he pasado esa etapa en la que me pregunto si tiene sentido o no hacer algo. Cuando se me pasa por la cabeza decido hacerlo.
Y, ¿hay algo ahora rondando ya tu cabeza?
Voy a empezar a aprender a nadar. El medio acuático, donde no existe la gravedad, es muy curioso y me atrae. Este invierno haré alguna cosa en el agua, pero aún no puedo dar pistas, porque no sé si es viable lo que me propongo, o no. Además, puede ser incompatible con mi vida.
Digamos, que te gusta el riesgo…
Me gusta que exista un nivel de riesgo, pero adecuado a mis circunstancias. En todas las cosas que hago debe existir la duda de si es posible o no llegar a conseguirlas.
¿Llevas algún amuleto contigo o no eres supersticioso?
(Se ríe, duda y por fin contesta) En la primera travesía compré un chubasquero y cuando metí la mano en el bolsillo había un rosario. No sé si lo metieron o no, o quién fue. Pero si alguien lo puso ahí, por algo sería. Y no porque yo sea creyente hasta la médula pero, por si acaso, lo llevo.