Jesús García Juanes, o noso querido veciño, e protagonista neste link , que aquí reproducimos. Agardamos as súas novas aventuras.
Jesús intentó ascender el Aconcagua (6962 m.), ataviado simplemente con unas botas y unos “gallumbos”. Desgraciadamente, tuvo que abandonar a tan solo 400 metros de la cumbre. Hay que decir que el fracaso de la coronación se debió a que los dos acompañantes de Jesús, no eran capaces de seguir el brutal ritmo de ascensión que llevaba nuestro amigo y porque ya empezaba a tener “algo” de frio. El origen de esta peripecia no obedece a una “ida de olla”, sino al apoyo incondicional al tratado de Kyoto para la disminución de emisión de CO2 a la atmósfera.
Un personaje, dantesKo, simpático y sobre todo solidario.
Outras das suas fazañas foron estas outras que tamén reproducimos:
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–Cuenta una canción popular que «hay un gallego en la luna que ha venido del Ferrol» para tocar el pandeiro y la gaita. Aunque la tonadilla puede sonar hiperbólica, hay paisanos suyos que se plantean en la vida real retos no menos espectaculares. Jesús García Juanes, un vecino del pequeño municipio de Castroverde, en Lugo, intentará en septiembre ascender al Kilimanjaro como Dios le trajo al mundo. La aventura puede parecer disparatada, pero aún hay más: García Juanes no irá acompañado de ningún instrumento musical autóctono como su amigo de Ferrol, sino que se valdrá de un novedoso patinete para hollar esta cumbre africana, a 5.897 metros de altitud.Desde 1998, la vida de este cunicultor de 40 años oscila entre la tranquilidad de su granja de conejos y el ajetreo excéntrico de sus peculiares aventuras. Y es que desde que pasó una noche al raso en el Aconcagua(ver arriba) a temperaturas extremas y sin saco de dormir «porque quería probarme a mí mismo», el lucense no ha cejado en su empeño de demostrar al mundo que es capaz de realizar el más difícil todavía.En triciclo
Arrastrado por un espíritu de superación inigualable y una fuerza mental descomunal, García Juanes ha impregnado siempre sus proyectos de un carácter solidario. Primero se propuso unir los 360 kilómetros que separan las capitales gallegas entre sí, en una marcha a pie de cuatro días, para reclamar la prohibición de las minas antipersonales. Superó la prueba deteniéndose tan sólo durante cinco horas para dormir.Meses más tarde, dio doscientas vueltas corriendo alrededor de la muralla de Lugo –unos 450 kilómetros– en sólo 96 horas para exigir que el monumento fuera declarado Patrimonio de la Humanidad. La Unesco otorgó ese reconocimiento a la construcción romana, aunque queda por ver qué influencia tuvo la acción reivindicativa del singular atleta.Poco después, «cuando en España no estaba de moda el patinete», Juanes recorrió con este vehículo trescientos kilómetros del camino jacobeo portugués sin escalas y en 24 horas. Su objetivo: pedir a los ciudadanos de cada pueblo por el que pasaba que donaran sangre.
Ya en 1999, nuestro hombre salta a la disciplina ciclista. «Nunca había andado en bicicleta, salvo cuando era muy pequeñito», explica. Incluso así, el lucense cubrió pedaleando el Camino de Santiago, desde Roncesvalles hasta Compostela, en 48 horas. No hizo ni una parada. «Fue muy divertido», apostilla. Puestos a rizar el rizo, García Juanes construye ese mismo año un triciclo artesanal y recorre cuatrocientos kilómetros. «Era muy pesado y enseguida me cansé de él».
La historia sigue. En 2000 se toma un respiro con el fin de meditar pausadamente sobre sus próximas actividades. A comienzos de este año, vuelve a la carga: ante la carencia de un polideportivo en su pueblo natal, el cunicultor asciende vestido tan sólo con un minúsculo taparrabos al Pico Cuiña, de casi 2.000 metros de altitud, para reclamar la construcción de las instalaciones. «Me hice famoso por mi desnudez, no por el esfuerzo que entraña subir una montaña en esas condiciones: varios grados bajo cero en pleno mes de enero te pueden llevar a la tumba», dice con tranquilidad.
Y Juanes le coge gusto al frío y a la escalada en toda su desnudez. Hace unos meses, hizo pública su intención de hollar las siete cumbres más altas de España provisto únicamente del taparrabos, con el objetivo dudoso de demostrar la valía de los primeros alpinistas, que «ascendían con ropas muy precarias, casi como si fueran desnudos».
Entrenar en la granja
A pesar del grave riesgo que entrañan sus experiencias y de la dilatada trayectoria solidaria del lucense, pocos le toman en serio. En una ocasión, acudió como invitado a dos programas radiofónicos nocturnos de gran audiencia(eu engando, SER(jose ramón de la morena, en ‘el larguero’), e COPE(Jose antonio abellán, en ‘el tirachinas’)). «Sólo querían saber si iba a llevar la cantimplora colgada de las partes. Me dolió mucho su actitud», relata, convencido de sus palabras y con cierta tristeza en su voz. Lejos de desanimarse, respondió a las chanzas con una escalada al Teide. «Fue muy sencillo. La temperatura era de ocho grados y no había nieve. Decidí entonces embarcarme en otro plan más ambicioso».
Dicho y hecho. Ahora, este cunicultor estudia el asalto al Kilimanjaro en patinete y pertrechado con un taparrabos similar a los que utilizan los miembros de la tribu masai. «En primer lugar, lo hago porque supone un reto muy importante para mi persona. Siempre busco superarme a mí mismo y sólo realizo proyectos que entrañen una dificultad considerable. En segundo lugar, quiero que la gente se conciencie de que el efecto invernadero nos está matando poco a poco», subraya con ánimo solidario. En quince años ya no habrá nieve en la cumbre de este gigante africano por culpa del preocupante recalentamiento del planeta y el gallego lo sabe.
El singular alpinista afirma que nunca entrena para sus aventuras. «Mi granja es muy grande, es mi mejor banco de pruebas porque estoy en constante movimiento. Con eso me basta». Sin embargo, esta vez reconoce que, «en agosto, entrenaré posiblemente durante cuatro sesiones en una cámara frigorífica para aclimatarme al intenso frío que voy a padecer», confía, tan fresco.
Para su iniciativa, espera encontrar un patrocinador que le ayude a costearse la hazaña. «Siempre me han ayudado, aunque también es cierto que a veces he acabado poniendo dinero de mi bolsillo. Y el dólar está subiendo y la aventura puede salirme por un millón de pesetas». Ropa aparte, claro.
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Jesús García Juanes |
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